domingo, 21 de octubre de 2012

Chapter 2012. Page 295 of 366.

Hola querida:
Hoy, no sé por qué, algo me ha llevado a escribirte esta carta. A expresarte todo lo que siento, y todo lo que nunca dejaré de sentir. A decirte que, desde la primera vez que te vi, desde la primera vez que me dirigiste la palabra, desde la primera vez que pensé: ''ella también existe, ¿qué estaría haciendo mientras yo intentaba manejar mi vida?''. Desde la primera vez en que me fije en tus converse blancas ya gastadas, supe que siempre estarías ahí, fuera como amiga, o con un poco de suerte como algo más. Que sé que dices que tienes imperfecciones, pero cuando me las enseñaste, supe que no lo eran. A mi al menos, no me lo parecieron. De hecho, me siguen pareciendo encantadoras. Y tus pros, como quien dice, son todos. Eso nos deja a un paso de la perfección, querida, y digo un paso porque no te gustaría que dijera que hemos llegado ya.
Nunca nadie me había hecho tocar el cielo, hasta que te conocí de verdad, hasta que me enseñaste tus cualidades en todos los aspectos, con todas tus sonrisas y con todas las miradas que me diste. Contigo me siento bien, amor, solo contigo, y me daría igual que fuera aquí, en China, o en cualquier otro bosque perdido por el mundo. Contigo, me da igual que me trague la tierra en un momento dado, o que quizá, los árboles me digan que no, que  no debo seguir a delante porque me harías daño: sé que no lo harías. Tu mejor forma de hacer daño, la más malvada, suele ser cuando me miras a los ojos y no haces nada para besarme. O cuando pides perdón, solo por respirar, solo por creer haber hecho algo que no deberías, cuando en realidad nunca has hecho nada fuera de lo común.
Volviendo a tus ''imperfecciones'', que me encanta cuando se te caen las cosas de las manos, por mucho que me digas que tus manos son de mantequilla a mi me parecen de porcelana. Me encanta cuando te vuelves loca de rabia, chillas, y luego a veces te encierras en el baño y Diós sabe por qué no me dejas entrar para consolarte mientras lloras. Que me encanta cuando te pones roja, quizá de vergüenza, y no me mires a los ojos. Me encanta que patalees como una niña pequeña cuando te enfadas, cuando te pones de los nervios que te tires de los pelos, que te equivoques cariño, me encanta cuando te equivocas. Porque después, siempre te encuentro en ese lugar tan especial tuyo, y me pides que te lleve a casa. Y de las cualidades, de tu manera de sonreír a todo el mundo aunque por dentro no quieras, de tu manera de tratar a las personas, de la manera en la que se te alegra la cara cuando miras a un animal, cualquiera, o cuando me miras a mi... De eso mejor no me pongo a hablar, porque no me queda mucho tiempo. Es ahora, más bien dentro de cinco minutos, como impuntualmente y como siempre, sorprendiéndome, entrarás por esa puerta. Quizá con unas flores nuevas, con un pájaro de la clínica, con alguna comida extraña de esas que te gustan... Quién sabe, cada día te levantas con algo distinto, y eso me encanta. Y sé que cuando entres, dejarás todo lo que lleves en las manos en el suelo, correrás a donde mí, y me dirás al oído que me has echado de menos. Pero, no me superas en eso querida, nunca lo has hecho... En algo tenía que ser mejor que tú. Luego, irás corriendo a donde el perro y le dirás que no se ponga celoso, te reirás, y a mi de nuevo, me habrás alegrado el día.
Sé mi amor, que en cualquiera de los casos, cuando estés leyendo esto no estaré contigo. No quería decírtelo, más que nada porque te conozco y sé que te habrías puesto a llorar, y que la alegría con la que entras cada medio día por esa puerta desaparecería al instante... Pero no te deprimas, por favor. Has sido toda mi vida, y quiero que, aunque no me olvides, encuentres a alguien que haga de la tuya un maravilloso paraíso. Te estaré esperando. Tú solo ten paciencia.
Y como siempre, no me podía despedir sin decirte que te quiero.

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