No pienso ser tu princesa, ni salvarte del charco de las ranas. No pienso ser la chica perfecta, esa que recoge los restos que dejas, esa que te persigue a cada paso que das. No pienso poner mi cuarto patas arriba en busca de una explicación en un trozo de papel. No pienso ponerme celosa y malhumorada cada vez que llegues tarde a casa, y tampoco me enfadaré cada vez que llegues con olor a tabaco, a alcohol y a fiesta. No pienso hacerte el desayuno, y llevártelo a la cama todos los días. No pienso pedirte explicaciones cada vez que te vea con una chica. No pienso prometerte un para siempre si no voy a cumplirlo.
Solo voy a ser yo, la chica inocente que pasa de lo que digan los demás, sí, esa que no sabe ser una princesa. La que da pasos hacia delante junto a ti, no detrás. Esa que directamente no ordena su cuarto, pero si quiere buscar explicaciones no las busca en un trozo de papel. Esa que vale, quizá sea celosa, y también malhumorada... en realidad, bastante, pero nunca dejará que lo notes. Esa que no, no te esperaría en casa después de salir de fiesta; llegaría detrás tuyo, quizá un poco más tarde incluso. Esa que no, no espera llevarte todos los días el desayuno a la cama, pero de vez en cuando no viene mal, aunque siempre hay algo a cambio, ya que hacer un desayuno, cuesta. Esa que quizá no te pida explicaciones, pero por dentro querría matar a la que esté en ese momento contigo.
Esa que no, quizá no quiere que tú seas su príncipe y ella tu princesa, pero seguramente si que quiere estar contigo. Es que, ¿sabes? Un príncipe y una princesa no se tiran pedos en la mesa, y soy esa chica a la que esas ñoñerías, pues no le van. Pero también soy esa chica que, a la hora de la verdad, quizá te sorprenda, y quizá acabes pensando que no, que no soy una princesa con un vestido rosa; soy más de ir de azul.
P.D: Que igual no lo he dicho, pero puede que sea esa chica que aún no quiere olvidarte.
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