jueves, 13 de septiembre de 2012

Chapter 2012. Page 257 of 366.

He solido pensar en las locuras que hace la gente, en eso de que los ojos lo dicen todo, en eso de enamorarse a primera vista, en eso de que la vida da mil vueltas, y nunca paramos de marearnos. He solido esperar a que las locuras vinieran solas, a que los árboles me miraran bajo la lluvia y a que las estrellas me guiaran bajo la luz de la nada. ¿Y qué me dices de cuando no hay estrellas? ¿Noches tristes verdad? Normalmente no se ven. Un día de estos, me vendrá la locura de apagar todas las luces de la ciudad, y esperar a ver lo que los demás no aprecian.
He solido mirar los pensamientos de los demás desde lejos, aunque algunos se me acerquen solos. La gente piensa locuras de otra gente, locuras sobre los años en los que vivimos, locuras sobre qué hacer mañana, o quizá, sobre lo que hacer hoy a la noche mismo. Pero hay un problema: siempre he opinado que las mejores locuras son las que vienen improvisadas: una noche te metes a la cama, y a lo mejor a la hora estás de nuevo fuera y no vuelves hasta altas horas de la madrugada. Esa clase de locuras que cinco minutos atrás, no habrías esperado que pasaran.
Siempre he esperado a que la gente explicara lo inexplicable, a que nadie se equivocara, a que los acontecimientos pasaran de un lado a otro sin dejar marca. También he solido creer que las estrellas me lo decían todo, aunque no las escuchara. Que me cuidan, aunque no las vea siempre. Es como aquellos amigos a los que no ves, pero siempre están guardándote las espaldas. Más bien, me ayudan a olvidarme, a despejarme y a saber cómo seguir. ¿Nunca has probado a escaparte una noche, y estar mirándolas, como si fueran algo a lo que admirar, como si fueran un regalo inalcanzable por el que soñar? ¿Nunca te has parado a pensar en cómo se debe de vivir allí arriba, tan lejos, tan tranquila? Si desde aquí ya las admiro, no me quiero imaginar estando allí arriba.
Quizá sean ellas las únicas culpables de todo lo que pasa, de todo lo que sucede a nuestro al rededor. Siempre he creído que tenían alguna influencia sobre mi persona, pero nunca he sabido definir cuanta. Siempre he pensado que tenían una fuerza superior a la mía, una naturaleza superior a la de todos, pero nunca lo sabré exactamente. No podría explicar lo que me hacen sentir, la seguridad en la que me atrapan, el estado de shock en el que me quedo cada vez que las miro, cada vez que veo una en el cielo. Me hipnotiza, me ciega, me deja sin aliento.Quizá sean ellas las que controlan las locuras, al fin y al cabo, sigo creyendo que es una locura que haya miles de ellas en medio de, básicamente, nada. Me sigue pareciendo extraño, inexplicable, y a la vez, tan perfecto como las olas del mar al chocar contra las rocas; tan perfecto como el aire dando en los árboles apartados; tan perfecto, como los poemas de Bécquer, como la luna, como todas y cada una de las explicaciones que encuentres tú, para explicar la perfección en su estado puro.

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